Al igual que con los planetas, podemos ver la Luna solo mediante luz reflejada. El creciente de la Luna nueva o vieja, o el disco completo de la Luna llena, está iluminado directamente por el Sol, ocasionando un ciclo de fases que duran 29 ½ días, creciendo desde la nueva hasta la llena pasando por el primer cuarto, y luego decreciendo hasta la desaparición de la luna vieja pasando por un tercer cuarto, y quedando dispuesta para la siguiente Luna nueva. En ocasiones vemos un bonito fenómeno en el cielo nocturno, conocido como luz de tierra, luz cenicienta o la Luna vieja en brazos de la nueva, esto es, el efecto de sombreado producido por la luz reflejada desde la Tierra que da en la parte oscura del disco lunar, escondida de la luz del Sol.
En tanto que satélite de un planeta de mediano tamaño, la Luna es de una categoría bastante diferente en el esquema astronómico en relación al Sol. Sin embargo, desde nuestra perspectiva humana centrada en la Tierra, el Sol y la Luna forman un dúo celeste. Son las dos grandes luminarias del cielo, casi universalmente consideradas como los gobernantes gemelos del día y de la noche. Por añadidura, se da la extraordinaria circunstancia, casi más relacionada con el mito y la poesía que con la astronomía, de que a pesar de su distancias tan diferentes, ambos cuerpos aparentan tener aproximadamente el mismo tamaño
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